La conquista de mexico por Hernán Cortés:
Adelantándose a que le cesase Diego Velázquez, la armada de Cortés partió precipitadamente del puerto de Santiago de Cuba el 18 de noviembre de 1518. Como iba escasa de bastimentos, tuvo que aprovisionarse de estos en el puerto de Trinidad y otros lugares.Finalmente, el 10 de febrero de 1519, la flota abandonó las costas de Cuba. Consistía aquella armada en 11 naves, con 518 infantes, 16 jinetes, 13 arcabuceros, 32 ballesteros, 110 marineros y unos 200 indios y negros como auxiliares de tropa. Llevaban 32 caballos, 10 cañones de bronce y cuatro falconetes. Por capitanes iban Alonso Hernández Portocarrero (al que entregaría más tarde la india doña Marina), Alonso Dávila, Diego de Ordás, Francisco de Montejo, Francisco de Morla, Francisco de Saucedo, Juan de Escalante, Juan Velázquez de León (pariente del gobernador), Cristóbal de Olid, Gonzalo de Sandoval y Pedro de Alvarado. Muchos de estos eran veteranos de la guerra de Italia. Por piloto principal iba Antón de Alaminos con experiencia en las dos expediciones anteriores de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva.
La conquista del imperio inca por Francisco Pizarro:
Con la Capitulación de Toledo de 1529, firmado por Isabel de Portugal con la autoridad del Rey Carlos I, derechos de dominio sobre la zona de Perú que había explorado cinco años antes. El territorio que correspondía a Pizarro iba desde el Río de Santiago (Río de Tempula) en Colombia, hasta el Cuzco.
En 1532 Pizarro zarpa desde la ciudad de Panamá con 180 soldados y desembarcan cerca de Tumbes, en lo que ahora es Perú y que entonces formaba parte del imperio inca llamado Tahuantinsuyo y se extendía desde Colombia hasta Chile con una población de 12 millones de personas. Pizarro tenía intereses de conquista territorial, ya que tenía una autorización del Rey de España Carlos I para ello, y de acumulación de oro, de lo que entregarían una parte al Rey de España. Para los incas el oro estaba ligado más a lo sagrado que a lo económico. Los incas creían que un día dios Viracocha regresaría desde la tierra del sol naciente, un dios que tenía con barba blanca y ojos verdes y se había ido a través del Océano Pacífico para volver en tiempos de gran necesidad. Las cámaras funerarias de los indios mochicas, señores de Sipán, que había vivido en la zona 500 años antes, tenían grandes cantidades de oro y plata, que los incas no narraron esto a los españoles aunque ellos encontraron algunas en su ruta. Los españoles se encontraban a menudo con ruinas de los mochicas, donde procuraban refugio por la noche. Buscaron comida para cocinar y encontraron patatas. Encontraron algunas figuras pequeñas de oro y los guías nativos prometieron llevarlos en busca de más al reino de Atahualpa.
Atahualpa supo que Pizarro había llegado y se dirigía a su reino y espías del rey inca seguían la ruta de Pizarro avisándose desde las distancias con espejos. Los indios tayanes le habían dicho a Atahualpa que los españoles eran dioses, dado su piel blanca, sus barbas, sus brillantes armaduras y que habían venido en grandes naves desde el Océano Pacífico.
Atahualpa creyó estas informaciones de que los españoles eran dioses y lo tomó por un buen presagio. Entonces la zona vivía una guerra civil por la sucesión del emperador Inca Huayna Cápac, muerto por viruela. Había un enfrentamiento entre sus sucesores, los Sapa Inca Atahualpa y su hermano, Huáscar.
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